domingo, 29 de marzo de 2009

LA GENESIS DE UNA ENFERMEDAD

Actualmente, el problema de la violencia doméstica contra la mujer es tan serio que es comparable con el problema del SIDA. De 2 a 4 millones de mujeres anualmente son agredidas por su compañero, esposo, novio, o amante. Entre el 15 y el 25 % de esas mujeres están embarazadas; lo cual hace más grave aún el problema.
Las estadísticas nacionales muestran que la esposa golpeada resulta con más daños y necesita más ayuda y tratamiento médico que las afectadas por violación, accidentes de autos y asaltos, en conjunto. Las mujeres maltratadas constituyen el 20 % de las mujeres que acuden a los servicios de emergencia con heridas.
La violencia doméstica no siempre resulta fácil de definir o reconocer. En términos generales podríamos designarla como el uso deliberado de la fuerza para controlar o manipular a la pareja o a la prole.
Se trata del abuso psicológico, sexual o físico habitual. Sucede entre personas relacionadas afectivamente, como son marido y mujer o adultos contra los menores que viven en un mismo hogar.
La violencia doméstica no es solamente el abuso físico, los golpes, o las heridas. Son aún más terribles la violencia psicológica y la sexual por el trauma que causan, que la violencia física, que todo el mundo puede ver. Hay violencia cuando se ataca la integridad emocional o espiritual de una persona.
Pero siempre la violencia física, la más evidente, es precedida por un patrón de abuso psicológico, que es usado sistemáticamente para degradar a la víctima, para erosionar y aplastar la auto-estima de la mujer.
La violencia psicológica se detecta con mayor dificultad. Quien ha sufrido violencia física tiene huellas visibles y puede lograr ayuda más fácilmente. Sin embargo, a la víctima que lleva cicatrices en la psiquis o alma le resulta más difícil obtener compasión y ayuda. También lo dificulta, por ejemplo, la habilidad manipuladora de su esposo que presenta a su esposa como exagerada en sus quejas.
A la violencia física precede, a veces, años de violencia psicológica. La violencia psicológica es, despreciar a la mujer, insultarla de tal manera, que llega un momento en que esa mujer maltratada psicológicamente, ya cree que esos golpes se los merece. Y qué difícil es convencer a una mujer de que vaya a pedir auxilio cuando cree que no lo necesita.
Hay mujeres que se avergüenzan por lo que les sucede y que hasta se creen merecedoras de los abusos. Por eso prefieren mantenerlos en secreto y así esa situación puede prolongarse durante años. Los que maltratan a sus víctimas lo hacen de acuerdo a un patrón de abuso psicológico.
Igual que en el caso del alcohólico, el que golpea a una mujer o la maltrata psicológica o sexualmente, lo primero que hará es negarlo.
Negación es decir: "No, es que yo le pego con razón". No hay ninguna razón para golpear a una mujer, ni a nadie. Pero lo niegan. Dicen: "Yo no la he golpeado, yo no le hecho nada, sólo tocarla".
Otra forma de abuso psicológico es el aislamiento. He conocido casos en que le hacen el vacío a la mujer, ni le hablan, ni la miran y entonces ella se va creyendo que se merece ese trato.
La intimidación es también un abuso. "Si dices algo te mato." Muchas mujeres no se atreven a hablar, por las amenazas que sus maridos o sus compañeros lanzan contra ellas.
Otra forma dentro de ese patrón de abuso psicológico es echarle la culpa a la víctima, la mujer. Desde que se inventaron las excusas y eso viene desde Adán y Eva, uno le echa la culpa al otro.
Tanto el adicto a cualquier droga como el abusador, siempre tienen excusas y le echan la culpa a alguien.
Conocí a una mujer cuyo marido la golpeaba porque se ponía "jeans". Y yo le preguntaba al esposo: "Ud. qué prefiere, ¿que vaya con una falda corta?" No sabía que responderme. Le echaba la culpa a ella y por eso le pegaba. "No - le dije yo - Ud. no la golpea por los pantalones, sino porque Ud. es una persona insegura que no cree ni en su mamá. ¿Le ha dado ella motivo para que Ud. sea celoso?" "No, ella no me ha faltado" me respondió. "Entonces por qué le pega?"
También dentro de ese hábito de abuso psicológico está el abuso económico. "Si dices algo no te voy a dar la mensualidad". Vi un caso en que dejó a la esposa, porque finalmente ella fue a la policía, porque por poco la mata. El hombre la cogió por el cuello y la esta ahogando. Si no es por el hijo mayor, que agarró a su padre y le hizo una llave, la mata. La hija de 11 años llamó a la policía. Y ese hombre decía que no, con todos los golpes que dio, aún lo negaba. Llamó a un abogado y trató de quitarle la casa a su esposa.
Vino la policía, levantó el acta y cuando al día siguiente fue la mujer a preguntar le dijeron: "A su esposo ya lo soltamos". "¿Cómo?" "Porque el sargento no firmó el parte policial". ¿Y qué culpa tienen la mujer y los hijos? Después de esto el hombre le puso una demanda de divorcio, se siente ofendido, a pesar de que por poco la mata delante de sus hijos. La mujer no tiene dinero para pagar abogados.
Dentro de ese abuso psicológico de los maridos que golpean (lo que se llama en psicología la triangulación), hay otro tipo de abuso: utilizar a los hijos para hacerles sentir culpables a las esposas. En este caso los hijos sirven de mensajeros: "dile a tu madre que..."
Las amenazas a través de los hijos, las amenazas de que le van a quitar al hijo, todos estos son abusos psicológicos que preceden al abuso físico. Yo se lo pronostiqué a una persona por lo menos 8 meses antes. Le dije: "Su esposo la va a golpear". "No, él es incapaz", me respondió ella. Y así sucedió, aunque él es Ministro de la Eucaristía. No es por ser Ministro por lo que ha hecho esto, sino por no ser un buen Ministro.
Todos estos abusos impiden que la mujer deje el hogar, ese hogar violento. Es que esa paliza psicológica a que están sometidas muchas mujeres, es más horrorosa que el abuso físico. Pregúntele a cualquier mujer a la cual han maltratado físicamente qué es lo que le duele más; si las palabras hirientes, los desprecios o los golpes. Los golpes se pasan, los abusos psicológicos, los insultos, los desprecios se clavan en el corazón.

Mujeres golpeadas Un tormento que es inaceptable mantener en silencio María Esther Espinosa Calderón El 24 de agosto pasado una mujer llamó al programa radiofónico Kelly, Lammoglia y la familia para pedir consejo, pues una semana antes su marido le había clavado un cuchillo en su pierna derecha. Señaló que era la primera vez que la dañaba a tal grado, antes sólo eran ofensas "y una que otra patada, pero quería ayudar a su pareja". Tanto al psiquiatra Ernesto Lammoglia como a Patricia Kelly no les sorprendió el caso, pues todos los días reciben este tipo de consultas. Mujeres que continúan junto al golpeador o tratan de que cambie, sin admitir que ellas son parte de ese juego violento. Para los hijos de estas parejas el pan de cada día son las ofensas y los golpes. Casos como el que el marido le perforó el pulmón a su esposa, o la mató, la quemó o la dejó ciega, paralítica, sin dientes son comunes. En pleno siglo XX se continúa pensando que los "débiles", entre ellos, mujeres y niños, son propiedad de los fuertes. El tiempo sigue su marcha como si no hubieran pasado los años ni las civilizaciones.
Las Leyes del Manú señalaban: "Durante la infancia una hembra debe de ser sometida a su padre, en la juventud a su marido y cuando su señor ha muerto, a los hijos; una mujer no debe de ser nunca independiente". "Estuve casada con él más de 23 años, siempre me golpeó, no me dejaba salir y de repente, ya cuando me vio vieja y gorda, se marchó con una jovencita. Al principio fue difícil porque era la única vida que conocía, golpes con mis padres y luego con él". Este testimonio es como lo que dice el Deuteronomio: "Si sucede que ella ya no le agrada... échela fuera de casa". O aquello que escribe Arthur Schopenhauer: "Una vieja, o sea una mujer que ya no menstrúa, merece nuestro desdén. Juventud sin belleza tiene aún cierto atractivo; belleza sin juventud no tiene ninguno..."; Honorato de Balzac señala: "La mujer casada es una esclava que necesita saber montar un trono". Mientras miles de mujeres luchan porque se les reconozcan sus derechos, un clérigo musulmán escribe un libro sobre cómo golpear a las esposas sin dejar marcas, y otros castigos. Es indignante que a estas alturas de la "modernidad", el libro Mujeres en el Islam, escrito en España por el egipcio Mohammed Mostafa, líder de una mezquita en Málaga, muestre que para "disciplinar a una esposa desobediente se puede recurrir a las advertencias verbales seguidas por un periodo de inactividad sexual, sin embargo, en algunos casos lo adecuado son los golpes, siempre y cuando los puñetazos no dejen cortadas y moretones". Las cifras no mienten y de acuerdo con el Centro de Información de las Naciones Unidas para México, Cuba y República Dominicana, de tres a cuatro millones de mujeres son golpeadas anualmente en el mundo; quienes sufren violencia intrafamiliar son 12 veces más susceptibles de cometer suicidio; una de cada seis son víctimas de violación en países industrializados; entre 25 y 50% de las mujeres en el mundo ha experimentado en mayor o menor grado la violencia doméstica durante el matrimonio.
El cambio está en la misma mujer, tiene que romper el silencio. Si vives con violencia aprendes con violencia, como dice la canción de Maldita vecindad y los hijos de quinto patio: Mi padre se emborrachaba y le pegaba a su mujer/ ora yo lavo los platos y le pego a mi mujer. ¿Y los derechos humanos de las mujeres, qué? La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 señala que su contenido se debe aplicar sin condición ni "distinción alguna de raza, color, sexo, idioma...", sin embargo, ha dejado fuera a la otra mitad del mundo: las mujeres. Es así como numerosas violaciones continúan siendo ignoradas, "legitimadas y perpetradas por sociedades y gobiernos de todas las regiones del mundo".1 El novio de María Cesa, de Brasil, no aceptó que ésta terminara con él, por lo que lleno de ira le prendió fuego "frente a mi hijo de cuatro años de edad, diciéndome que si no me moría tendría tanto daño físico que nadie me reconocería y ningún hombre me iba a querer".2 Después de 13 años, ella jamás pudo recuperar su anterior apariencia, a pesar de las 38 cirugías practicadas. El hombre que intentó matarla está libre. Mary McGoldrick, de Irlanda, tenía siete meses de embarazo cuando su marido la tiró por las escaleras, provocando que el parto se adelantara. En el hospital "nadie me preguntó cómo me hice los moretones ni querían explicarme por qué estaba sangrando. No quería decirles que el hombre con el que vivía me había hecho eso. Estaba preocupada por mi bebé y sentía que era mi culpa".3 Neto es drogadicto y alcohólico, sus hijos son un problema, Ana es quien trabaja. Ella sufrió quemaduras en parte de su cuerpo de segundo y tercer grado, su familia dice que fue un accidente, pero quienes los conocen piensan que fue el marido. Los pequeños temen al igual que la madre. Ya se le ha dicho de los centros de atención y de los grupos de apoyo pero "no le cae el veinte". Para Alda Facio, directora del Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la Prevención del Delito, "no puede haber paz en el país si no hay paz en las familias; no puede haber igualdad entre las razas si no hay igualdad entre los hombres y mujeres; no puede haber independencia entre los pueblos si no hay para el género femenino".
Hasta hace poco la violencia doméstica no era reconocida como una violación a los derechos humanos. Entre las cifras reales y las cifras negras Foto: Robb Kendrick/Life No existen estudios completos (ni nacional ni internacionalmente) sobre la violencia hacia las mujeres. Se tienen cifras, pero son mínimas para lo grave del problema. Patricia Olamendi explica (Fem, junio, 1997): "Romper el silencio y contarle a un extraño su vida, es una decisión difícil de tomar, hay que hacer un lado los prejuicios sociales, religiosos, culturales y hasta refranes populares, por ejemplo: 'la ropa sucia se lava en casa'".
Existen mujeres profesionistas, reconocidas por su trabajo, respetadas en lo público, y paradójicamente viven relaciones tormentosas, saben que tienen derechos y qué hacer. Sin embargo, en su casa son sometidas por hombres machos. A finales de los años 70 empieza a salir a la luz pública la violencia doméstica como un problema de impacto social. En la década de los 90 se retoma como un objeto de estudio. El Centro de Investigación y Lucha contra la Violencia Doméstica (Cecovid) realizó por primera vez una investigación, la cual reveló que 33.5% de mujeres mayores de 15 años eran maltratadas. Los expedientes clínicos dieron como resultado que una de cada nueve había intentado suicidarse, la mayoría contrajo matrimonio por presiones familiares o sociales y 80% experimentó abandono, discriminación o rechazo en la infancia. El Fondo de Desarrollo de Naciones Unidas para la Mujer para México, Centroamerica, Cuba y República Dominicana (Unifem) señala que el maltrato familiar también trae consigo pérdidas económicas para el país, "las mujeres no pueden contribuir de lleno con su labor creativa si están agobiadas por las heridas físicas y psicológicas del abuso". Datos del Banco Mundial reportan que la violencia es la primera causa de muerte en mujeres productivas. Más muertes de las que ocasiona el cáncer, los accidentes automovilísticos y el paludismo. Un fenómeno que sólo en Estados Unidos hace perder a las empresas 100 millones de dólares anuales en salarios, licencia por enfermedad y productividad. En tanto, el Banco Interamericano de Desarrollo indica que uno de cada cinco días de ausencia en el trabajo es producto de los golpes o vejaciones que sufren las mujeres.
En 1999 el albergue para mujeres que viven violencia atendió a 571 y a 169 niñas. En el país 49% de los homicidios contra las mujeres fue a manos de su pareja, en tanto 30% de quienes están casadas son forzadas por sus maridos a tener relaciones sexuales según un estudio del Programa para la Participación Equitativa de la Mujer en el Distrito Federal.4 La Primera Encuesta sobre Violencia Intrafamiliar 1999 ­realizada por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática­ revela que uno de cada tres hogares del área metropolitana vive este tipo de violencia. Así como 14% de hogares que sufren agresiones dentro de la familia buscan algún tipo de ayuda. Martha Torres Falcón, investigadora de El Colegio de México, coincide con las cifras anteriores al señalar en su ponencia "Maternidad y violencia" que una de cada tres mujeres ha sido golpeada en su vida conyugal y de éstas 20% fue agredida con el vientre preñado. En la ciudad de México siete de cada diez mujeres fueron agredidas por su esposo o ex esposo. Una encuesta realizada por la Asociación Mexicana contra la Violencia hacia las Mujeres, A. C. (Covac) indica que de 300 familias atendidas por violencia intrafamiliar, 70% de las mujeres entrevistadas comentó que la violencia sexual es parte del maltrato que sufren diariamente, generando consecuencias físicas como hemorragias, embarazos no deseados, abortos, daños, inseguridad, depresión, baja autoestima, angustia y tensión, entre otras. De éstas, 56% reconocieron haber tenido ideas o intentos de suicidio después de la agresión sexual que sufrieron por parte de su pareja o cónyuge; 16% ha sufrido maltrato entre los 16 y 20 años.
En 44% de los casos la violencia ha sido ejercida durante el embarazo y 76% frente a los hijos. Cada año el Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar (CAVI) atiende 20 mil casos. Un estudio elaborado por la Organización Panamericana de la Salud en 1993, estableció que de 45 a 60% de los homicidios contra mujeres se realizan dentro de la casa y la mayoría de éstos son cometidos por el marido o la pareja. Hay que conocer los derechos para defenderse, hay que correr la voz de los centros de apoyo. La ALDF publicó un folleto denominado Mujer, la ley sí te defiende, defiéndete usando la ley. Hay que poner límites y decir basta. No más golpes, no más violaciones, se deben plantear nuevos métodos de educación, convivir hombres y mujeres pacíficamente como iguales pero diferentes a la vez.
Sin embargo, existen muchos casos que no son denunciados. "Ni modo, es mi marido, lo tengo que aguantar", "fue lo mismo que yo viví con mi madre", "es que no tengo dinero ni a dónde ir", "yo lo provoqué" o como aquello que se dice entre broma y "verdad", "si no me pega es que ya no me quiere", o "te pego porque te quiero". Pero qué amor puede ser ese que golpea y luego con la misma mano acaricia. La comunicadora Patricia Kelly señala: "Para que exista un golpeador tiene que haber una taruga que lo aguante". Marcela Lagarde asegura: "... la violencia a la mujer es una constante en la sociedad y en la cultura patriarcales... ocurre sin que medie ninguna relación social previa, salvo la pertenencia genérica".5 Es una cuestión de poder.
Guadalupe Espinosa, coordinadora regional del Unifem, dice que la violencia es como "la epidemia que azota al mundo". A pesar de que el abuso puede sucederle a cualquiera, va dirigido principalmente a mujeres y niños y quien detenta el poder en el hogar es el que con mayor frecuencia lo realiza. Para que el maltrato se defina como tal deben existir ciertas características, por ejemplo, que sea recurrente, intencional, con poder o sometimiento y tendencia a incrementarse. "Las modalidades ante las cuales la legislación prevé situaciones específicas son el maltrato psicológico, el físico, el sexual y el financiero, los cuales se combinan entre sí".6 El artículo 343 bis del Código Penal para el Distrito Federal considera el uso de la fuerza física o moral, así como la omisión grave que se ejerce en contra de un miembro de la familia por otro integrante de la misma contra su integridad física, psíquica o ambas, independientemente de que pueda producir o no lesiones". Fuerza y debilidad El maltrato comienza a echar raíces a muy temprana edad con la educación diferente que reciben los niños y las niñas. Mientras que el hombre es enseñado a dominar con fuerza y a no mostrar signos de debilidad, las mujeres aprenden a ser sumisas y dependientes. Para Lagarde, "la relación entre hombres y mujeres tiene una enorme carga de agresividad. Los hombres tienen el derecho y permiso de ejercer la violencia contra las mujeres y ellas deben padecerla con obediencia y resignación". Existe un síndrome del maltrato que se caracteriza por baja autoestima, aislamiento, miedo al agresor, inseguridad, depresión, vergüenza, culpa y codependencia. "La violencia contra las mujeres es de distinta índole y adquiere diferentes manifestaciones de acuerdo con quien la ejerce, contra qué tipo de mujer, y la circunstancia en que ocurre. Hay la violencia del sojuzgamiento económico, de la imposición de decisiones, del engaño, de la infidelidad, del abandono. La violencia afectiva y corporal ­reconocida como crueldad mental y como violencia física o "sexual"­ implica gritos, maltrato, humillación, distintos grados de ultraje erótico, el secuestro, los golpes, la tortura y la muerte."7 En pleno siglo XX, en algunos países es normal que por el simple hecho de sospechar que su mujer le es infiel, el marido tiene el derecho de matarla y ser protegido por la ley. Es como si se regresara a otros tiempos cuando Catón afirmaba: "Si sorprendes a tu esposa en adulterio, la matarás sin proceso, impunemente; si eres tú el que traiciona, ella no te tocará ni siquiera con un dedo". Se piensa que los agresores generalmente son alcohólicos o drogadictos; "si bien el alcohol y las drogas pueden ser detonantes de conductas delictivas, la realidad nos refleja que los casos de agresiones contra mujeres regularmente se llevan a cabo de manera consciente por parte del agresor y el porcentaje de estos delitos bajo la influencia de drogas y alcohol son menores".8 Es la misma mujer quien debe tomar conciencia de su condición y luchar por mejorarla, pasar por encima de los poderes que la someten, maridos, tradiciones, costumbres, leyes y religiones, para defender sus derechos. "Alcanzar la igualdad no sólo de jure sino de facto, recordar que en el pasado no todas las mujeres vivieron como víctimas ni murieron como esclavas".9 Llevarlo al presente, donde también hay que dejar de ser víctimas y trabajar por un desarrollo integral. En la actualidad ya hay a dónde recurrir. Desconocimiento de sus derechos Desde 1945 hasta 1995 que se celebra la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Pekín (y recientemente en junio pasado en Nueva York en la sede de la ONU, en Pekín +5) China, los gobiernos han firmado diversos convenios sobre los derechos humanos de las mujeres, pero la gran mayoría de ellas los desconoce, no sólo los sociales y políticos sino también los civiles y familiares. A pesar de que en México se ha avanzado, todavía falta mucho camino por andar. En 1991 se logró reformar el Código Penal sobre el delito de violación. Otro hecho histórico para las mexicanas fue la aprobación de la Ley contra la Violencia Intrafamiliar, el 2 de diciembre de 1997. A través de ésta se creó el tipo penal de violación en el matrimonio. En 1999 la ALDF aprobó diversos cambios al Código Penal. En los últimos años se han creado centros, tanto gubernamentales como no gubernamentales, que apoyan a la mujer golpeada. Entre ellos se puede mencionar el Programa Nacional contra la Violencia Intrafamiliar (Pronavi), Unidad de Atención a la Violencia Familiar (Uavif; teléfonos: 53 19 65 60 y 55 90 48 17), Programa para la Participación Equitativa de la Mujer en el Distrito Federal (Promujer), el Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar (CAVI; teléfonos: 52 42 60 25 y 52 42 62 46), Centros Integrales de Atención a la Mujer (CIAM; teléfonos: 56 72 75 23 y 57 81 02 42) y la Asociación Mexicana contra la Violencia Hacia las Mujeres (Covac; teléfonos: 54 40 13 42) y Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias A. C. (Coriac; teléfonos: 56 96 34 98). En México, como en otras naciones, apenas se empieza a sembrar la semilla para el cambio, como lo es el Coriac. Francisco Cervantes, integrante de este organismo, asevera que "cada día más hombres están por una cultura de la equidad que los lleva a actitudes y acciones más concretas en lo personal como en lo institucional donde rechazan la opresión y la violencia a las mujeres". En Israel se lleva a cabo un experimento único en el mundo: sanar a los autores de la violencia conyugal en Beit Noam (la casa de la serenidad); se trata de curar las raíces secretas de la violencia masculina. Ojalá llegué a los resultados para los que fue creada y otros países tomen su ejemplo. Un dato preocupante es el que arrojó la Consulta Infantil y Juvenil que organizó el Instituto Federal Electoral en las pasadas elecciones federales. Ahí se detectó que uno de cada tres niños ­de entre seis y nueve años, habitantes de las zonas rurales mexicanas­ son víctimas de violencia intrafamiliar. En las ciudades la proporción es de uno a cuatro. Al respecto, Brent Aasen, representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), manifestó: "Nos llama la atención el pronunciamiento de niñas, niños y jóvenes en contra de la violencia. La expresión de su derecho a vivir en un país libre de violencia implica un compromiso para todos nosotros"



No hay comentarios:

Publicar un comentario